...o de todo lo que hice para no sentar el culo en la silla...

Sólo quien se haya privado de salir durante un mes para preparar un final puede entender las sensaciones que nos atraviesan en medio de esa instancia. Sólo quien se haya colgado por más de media hora mirando el calendario con la lapicera en la boca y haciendo cálculos ilógicos, puede comprender la contradicción de los deseos que nos acechan en época de “preexamen”. Porque por un lado queremos que el tiempo avance y estar ya recibiendo la libreta firmada con una buena nota y sonrisita cómplice del profesor, pero por el otro queremos que el tiempo se detenga, que dejen de sucederse los días, las horas y los minutos, porque sabemos (sí, sí, estamos seguras) de que a este paso no aprobamos ni en pedo, que si no nos ponemos las pilas YA, esas tres semanas que quedan hasta el final van a ser las peores de nuestras vidas y que el día antes vamos a decidir no presentarnos. De cuarta. Se sabe: durante la época de preparación de un examen se nos ocurren las cosas más insólitas, como ordenar el cajón de las bombachas, cambiar los muebles de lugar, cocinar ese postre que siempre dijimos “un día lo voy a hacer” y llamar a esa amiga que hace mucho que no vemos para saber “en qué anda”. Ciertas actividades, como ir al súper a hacer la compra mensual o acompañar a tu abuela al médico clínico (que te negarías rotundamente si tu estado fuera de completo alpedismo) se te presentan en tu agenda como compromisos impostergables que tenés, no, no, ¿qué digo tenés?, que debés hacer…
Por otro lado, este paréntesis en tu vida que es estudiar largo y tendido contribuye a solapar tu ya machacada dignidad… Sí, porque las cagadas no te las mandás de aburrida, porque aburrida no estás, porque si estuvieras aburrida te irías al cine o a la casa de una amiga, pero como sabés que eso estaría mal (porque tenés que rendir, obvio) te quedás en tu casa y desde ahí, desde tu bunker, es desde donde te volvés a equivocar. Claro porque la culpa te invade si cruzás la puerta y vas a un cumpleaños pero no te jode pasarte dos horas mirando videos en youtube, comentar todas las actividades de facebook o decirle a ese muñequito verde indeseable “hey, estás?” cuando todos sabemos que, por más de que esté online en el msn, no está disponible (al menos, para vos).
Es evidente que cuando algo nos da mucho miedo nos escapamos. Así como cuando tuviste que empezar las clases en primer año te dieron ganas de vomitar, o cuando fuiste al ginecólogo por primera vez te bajó la presión, cada vez que tenés que rendir un final, intentás evadirte de esa responsabilidad, que te enfrenta como un fortín de guerra, haciendo cualquier cosa. Yo por ejemplo, hace media hora que estoy perdiendo el tiempo con estas palabras y quizás, del otro lado, haya alguien que, para no estudiar, las esté leyendo.

Comentarios

  1. Anda a estudiar queres???

    jajajajajaja

    Beso!

    Paulita!

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  2. Vamos, amiga!!!! Vos podés!!!! Besoooooo

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  3. Estarás estudiando, no? Te lo digo a vos y me lo digo a mííí que, en vez de abocarme a tooooodo lo que tengo que hacer, como vos intuís, te estoy leyendo...

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. si, si, si...
    aca estoy, mientras deberia estar estudiando jeje
    buenísimo...

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  6. Jaja, gracias a todas!!
    Chee, yo no eliminé el comentario de Analía!!!!! por qué aparece así?? Ana si leés esto, escribíme de nuevooooooooo!!
    Besos!

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GRACIAS NESTOR. FUERZA CRISTINA.